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martes, 26 de junio de 2012

Grecia y Alemania (I)






El templo neoclásico del Walhalla en Regensburg, dedicado a las glorias alemanas.
Hace ya un tiempo leí en la Web de Antonio Muñoz Molina, una entrada en parte dedicada a Grecia.
El motivo del académico para hablar sobre este país y su aportación a la cultura y el pensamiento es el presente que le hacen de un libro sobre la Grecia contemporánea del helenista Pedro Olalla. Español residente en Atenas, corresponsal del diario La vanguardia y especialista en Grecia. Su libro, "Historia Menor de Grecia", editado por El Acantilado tiene una pinta excelente, como todo aquello que editan en Acantilado, pero como siempre a un precio bastante impopular y ya algo lejano a mi bolsillo. No pretendo hacer reseña de un libro que aun no he leído y del cual espero que las Bibliotecas Provinciales o Municipales de mi ciudad se hagan con un ejemplar (ya he echo la desiderata).

El comentario y el libro dan pie a mi propia reflexión. Examinado el contenido de mi cabeza, me doy cuenta que no soy tan ignorante de la historia contemporánea griega, y que puedo extraer mis propias conclusiones sobre Grecia y opinar. Opinar sobre lo que conozco de Grecia y los griegos, su relación con Europa, y sobre todo con nuestra Europa contemporánea, y el país que mejor la ha representado, este es, en mi opinión, Alemania, o mejor aún lo alemanes.

Claudio Magris, en su libro "El Danubio", hace a este río ser el nexo entre Grecia y Alemania, dos países en mi opinión (supongo que certera) fundamentales en el desarrollo de la cultura europea. Pero como digo más arriba, creo más acertado hablar de alemanes y de griegos.

Indro Montanelli tituló su "Historia de los Griegos" en plural porque frente a su "Historia de Roma" veía a los griegos más que una unidad política, una unidad cultural. Los griegos, argumenta él, son gente independiente, distinta, ni siquiera unidos por un lenguaje común, pero conscientes de ser un solo pueblo, algo así como les sucedió a los alemanes del siglo XVIII, que se reconocieron como  pueblo y buscaron su unidad auque conservando sus diferencias, y como (al igual que los griegos) fue un estado ajeno a esta comunidad, apenas asimilado el que la logró (Prusia-Macedónia).

Como los griegos los alemanes desarrollaron una cultura, un patrimonio espiritual común antes que una unidad política, y todo comenzó, como en Grecia, desde la lengua, el Alemán emplea Lutero en su traducción de la biblia, fue la base del  moderno idioma alemán. Desde ahí y hasta entonces los alemanes han creado una lengua viva, rica y flexible, tan capaz de transmitir el sentir y el actuar humano, como solo los griegos supieron hacer antes que ellos. Alemania fue (y es) sin duda el corazón de Europa, orgullosa de su pasado y des sus logros (salvo excepciones) y con un brillante futuro, para Alemania como para los griegos del siglo III, no parece haber una sombra a la vista que eclipse su futuro. No hay una Roma que los conquiste, y que les haga entrar en una larga noche, como sucedió a Grecia.

No quiero ser agorero ni profeta de la catástrofe, la historia no se repite, exactamente y Grecia una vez acabada su independencia política siguió brillando dentro del mundo romano, protegida de sus disputas internas Roma incluso favoreció su desarrollo, tanto es así que una Grecia romanizada, una vez caída esta, llevó el peso de la cultura, las artes, el derecho, y la civilización durante gran parte de la Edad Media, en la forma del Imperio Bizantino, el segundo y gran olvidado periodo de esplendor griego. Y cuando esta segunda luz griega se apago, la antorcha volvió a las manos de Roma, una segunda Roma espuria (por distinta) hija de la primera y residente en el corazón del continente.

Con esta entrada quiero iniciar una serie de artículos sobre lo que conozco y pienso sobre estos dos importantes estados europeos, el rico y el económicamente pobre, del esplendor pasado y el no tan cercano ya en el tiempo, una pequeña historia de las relaciones entre griegos y alemanes. Desde el punto de vista de un español, que se cree no tan ignorante, pero ya conocéis el refrán.